En el mundo de las instalaciones eléctricas, es común escuchar frases como:
«¿Me lo podés hacer sin factura, así me sale más barato?»
o
«No te hago factura, pero te cobro menos.»
Este tipo de acuerdos informales están a la orden del día. Pero… ¿realmente benefician a alguien o todos terminan perdiendo?
¿A quién «le conviene»?
Al cliente, porque paga menos (en apariencia).
Al electricista, que evita la carga impositiva (aunque también se arriesga).
Pero… ¿y si algo sale mal?
Una instalación sin respaldo legal es un arma de doble filo.
No hay garantía formal, no hay cobertura de seguros, y en caso de siniestro, nadie quiere hacerse cargo.
El problema de fondo
La informalidad parece una salida fácil, pero en realidad genera un círculo vicioso:
- Se devalúa el trabajo profesional.
- Se perjudican los electricistas que sí están registrados.
- Se vulnera la seguridad del cliente y de la vivienda.
- Se pierde la posibilidad de deducir el gasto o exigir garantía.
- El Estado deja de recaudar y eso repercute en políticas públicas.
¿Y el electricista?
Quien trabaja sin facturar también queda fuera del sistema:
- No genera aportes para su jubilación.
- No puede acceder a créditos o herramientas financieras.
- No construye una reputación comercial verificable.
- No puede justificar ingresos ante AFIP.
Además, corre riesgos legales si se produce un accidente eléctrico, sobre todo en casos de lesiones o siniestros graves.
Entonces… ¿quién pierde más?
El cliente cree que ahorra, pero pierde respaldo.
El profesional cobra hoy, pero hipoteca su futuro.
El mercado se llena de competencia desleal.
Y la seguridad eléctrica queda en segundo plano.
¿Y vos qué opinás?
¿Trabajás con o sin factura?
¿Te cuesta que los clientes valoren tu trabajo registrado?
¿Sentís que la AFIP y el Estado te acompañan o te castigan?
Comentá tu experiencia. Entre todos podemos abrir el debate que nadie quiere dar, pero que todos vivimos día a día en la calle.